Mi enfoque

A lo largo de mi camino personal y profesional he ido integrando herramientas y miradas de múltiples disciplinas.
No me identifico con una sola, porque mi forma de acompañar nace de la síntesis viva de todas ellas.


Cuando llegas a una sesión conmigo, en realidad recibes la presencia y la comprensión de muchas voces:
la de la reflexóloga, la de la astróloga, la de la naturópata, la de la homeópata, la de la masajista, la de la coach, la de la consteladora, la que hace una intervención sensible al trauma, la que comprende el lenguaje del cuerpo, bailarina amateur, la que aprecia la psique profunda.

Además de mi experiencia personal como PAS (persona altamente sensible), madre, emprendedora y autónoma desde mis inicios profesionales, ya que mi recorrido como terapeuta inició hace más de 25 años.


Todas estas miradas coexisten en mí y se expresan de manera orgánica según lo que cada cuerpo necesita.

No sigo un protocolo fijo.
 Escucho. Observo. Siento.
 Y desde ahí, 
dejo que surja 
la herramienta
 adecuada en cada momento.

Mi valor no está solo en el conocimiento que he estudiado, sino en cómo he podido integrarlo dentro de mí, transformarlo, experimentarlo y convertirlo en una forma de acompañar completamente propia.

Por eso, mis sesiones tienen una cualidad especial:
no son lineales, no son técnicas, no son “de una sola cosa”.
Son un encuentro profundo, donde todos mis aprendizajes —y toda mi humanidad— están disponibles al servicio del proceso de la persona.

Este es el camino que continúo recorriendo:
el de reconocer mi valor, 
el de dejar morir 
lo que ya no soy,
y el de honrar 
lo que sí soy ahora:
una mujer
que acompaña 
desde la presencia,
desde la escucha 
del cuerpo,
y desde la riqueza
de muchas disciplinas
que conviven en 
una sola mirada.